Debemos buscar por sobre todas las cosas la autoridad de Dios primeramente.
Tenemos que entender que la autoridad de Dios es la única autoridad que esta sobre nuestra cabeza y de esta manera saber reconocer cuando la autoridad proviene de Dios y cuando no.
Que quiero decir con esto, que en nuestra vida hay distintos tipos de autoridad sobre nosotros, todas puestas por Dios (es por eso que es la única autoridad); pero esto no significa que la forma en que la ejerzan sobre nosotros, sea en armonía con la voluntad de Dios sobre nuestras vidas.
Por otro lado, quisiera hablar un toque mas sobre la importancia de reconocer la autoridad de Dios.
1- Jesús y la tormenta: “…Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. Los discípulos fueron a despertarlo. —¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar! —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo?
Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.
Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»…” Mateo 8:23-27
Los discípulos de Jesús podían ver la autoridad de Jesús, incluso sobre las tormentas. Sin embargo, no reconocían que esta autoridad provenía de Dios.
“…»Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.»
Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley…” Mateo 7:24-29
Al terminar de hablar todos se asombraron de la autoridad con la que el hablaba, autoridad que los maestro judíos no tenían a pesar de conocer muy bien la ley, esto se debía simplemente a que estos no tenían sus casas fundadas en la roca. Jesús nos dice que si queremos tener autoridad al igual que el, nuestra fe debe estar fundada en Dios.
Al igual que el pueblo judío con Moisés, si ellos hubieran reconocido, en primer lugar, la autoridad de Dios, luego abrían reconocido que esta autoridad estaba sobre Moisés. Sin embargo, si esto hubiese sido así el pueblo judío no hubiera necesitado seguir a Moisés, sino que ellos hubieran caminado como una solo hasta la tierra prometida. Como no reconocían que la autoridad de Moisés provenía de Dios, cada vez que el se daba vuelta, el pueblo se descontrolaba, a pesar de que los ojos de Dios estaban puestos sobre ellos, simplemente porque no reconocían que la autoridad de Dios se levantaba por encima de la de Moisés.
Un ejemplo de un hombre que si reconoció la autoridad de Dios, fue la del soldado romano, con el cual Jesús quedo maravillado. Este hombre, por el simple hecho de ser soldado, sabia reconocer la autoridad, y entendió que la autoridad que tenia Jesús provenía del Padre.
Finalmente, Jesús habla sobre la autoridad:
Entonces Jesús afirmó:—Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo. Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place. Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió.
»Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre.
»No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados. Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió. »Si yo testifico en mi favor, ese testimonio no es válido. Otro es el que testifica en mi favor, y me consta que es válido el testimonio que él da de mí.
Ustedes enviaron a preguntarle a Juan, y él dio un testimonio válido. Y no es que acepte yo el testimonio de un hombre; más bien lo menciono para que ustedes sean salvos. Juan era una lámpara encendida y brillante, y ustedes decidieron disfrutar de su luz por algún tiempo.
»El testimonio con que yo cuento tiene más peso que el de Juan. Porque esa misma tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado. Y el Padre mismo que me envió ha testificado en mi favor. Ustedes nunca han oído su voz, ni visto su figura, ni vive su palabra en ustedes, porque no creen en aquel a quien él envió. Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida.
»La gloria *humana no la acepto, pero a ustedes los conozco, y sé que no aman realmente a Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan; pero si otro viniera por su propia cuenta, a ése sí lo aceptarían. ¿Cómo va a ser posible que ustedes crean, si unos a otros se rinden gloria pero no buscan la gloria que viene del Dios único?
»Pero no piensen que yo voy a acusarlos delante del Padre. Quien los va a acusar es Moisés, en quien tienen puesta su esperanza. Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer mis palabras?...” Juan 5:19-47
Si queremos ser como el, simplemente debemos hacer lo mismo que el, Busquemos por encima de todo la autoridad de Dios, para que habiendo conocido su autoridad podamos reconocerla en las ordenes que nos dan las personas que están sobre nosotros, porque de lo contrario, terminaremos obedeciendo a los hombres y no a Dios.
Fatumen =) (fatum= destino en latin)(men=hombres) Fatumen (hombres del destino)
Adios